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Los ranking y la calidad de la educación superior

Cada tanto, aparecen en la prensa artículos que “analizan” la situación de nuestra Universidad pública en comparación con supuestos ranking de calidad. Frente a estas notas mi mayor preocupación es la falta de cuestionamiento a lo que se entiende por calidad en educación y mucho más específicamente en educación superior, que tiene particularidades y otra responsabilidad social, además de la mera enseñanza. Mi preocupación primera es que los que escriben las notas no se cuestionen. Que no se pregunten, ¿Cómo se construyen los índices? ¿Quiénes construyen los índices? Si uno no conoce estas respuestas es difícil que las conclusiones a las que arribe aporten en algún sentido. Entonces, como docente que soy, lo primero que me preocupa es que no se cuestione la información ni su fuente.Los ranking y la calidad de la educación superiorSegundo, hay muchos tipos de Universidades en el mundo, todas son Universidades pero se entienden de manera diferente. ¿Las vamos a medir a todas de igual forma? Hay Universidades que sólo hacen enseñanza y forman profesionales o técnicos, hay otras que centran su labor en los posgrados y a través de esos estudiantes realizan investigación; hay otras que hacen enseñanza e investigación muy ligada a las demandas del mercado y del sector productivo, otras tienen examen de ingreso y seleccionan a sus estudiantes (¿los mejores?), otras cobran matrícula y sólo accede una elite, otras son confesionales y esa formación ocupa un tiempo importante de la currícula del estudiante. ¿Es válido evaluarlas a todas con los mismos indicadores? 

 

La Universidad de la República se inscribe dentro de lo que definimos como Universidad latinoamericana que hunde sus raíces en la reforma de Córdoba de 1918, la que marcó de manera indeleble el tipo de institución superior pública de la mayoría de los países de Latinoamérica. Para nuestra Universidad, el cogobierno de los órdenes (estudiantes, docentes y egresados), la enseñanza, la creación de conocimiento (investigación) y el uso social del conocimiento (extensión) son una tétrada indisoluble que debe analizarse en su complejidad para ser comprendida.

Sin embargo, algunos componentes de esta tétrada son más fáciles de medir que otros. ¿Cuántos  ciudadanos se formaron en los valores democráticos y en la solidaridad al pasar por nuestras aulas, participando del cogobierno o en tareas de extensión? ¿Cuántos diputados, senadores, ministros y presidentes se formaron en nuestros claustros? ¿Cuántos dirigentes gremiales? ¿Cuántos productores rurales? ¿Cuántos luchadores sociales? La Universidad pública como escuela de ciudadanía no está incluida en los índices y para este pequeño país, ha sido un aporte más que significativo.

La enseñanza es más fácil de medir. Sin embargo, en los tres principales índices globales de medición de la performance universitaria[1] la enseñanza pesa sólo el 30% del puntaje total y evalúa únicamente la relación docente/estudiante y la empleabilidad de sus graduados. Visto así, una Universidad pública que intenta llegar a todos los ciudadanos y que en los últimos años ha hecho un esfuerzo muy grande por contribuir a abatir las diferencias geográficas, no es de extrañar que no ranquee muy alto en esta relación. Sin embargo, es sabido, que nuestros egresados se insertan con facilidad (cuando hay trabajo) en puestos laborales tanto en Uruguay como en cualquier parte del mundo. Estamos cansados de escuchar lo bien que se recibe a los técnicos uruguayos en el exterior y sabemos de muchos compatriotas que viajaron transitoriamente a especializarse fueron retenidos por su calidad profesional. Además, las estadísticas indican que si bien egresan casi 1 de cada 5 estudiantes (18%), aquellos que no terminan los estudios, igual encuentran mejores posiciones laborales que quienes no accedieron nunca a la educación superior.

En investigación, es donde estos indicadores internacionales ponen el peso (60%) y miden, principalmente, las veces qué sus docentes son citados por pares en las publicaciones, además de un componente de internacionalización de su cuerpo docente (10%). Ahora, si la investigación es lo que más ponderan los índices internacionales, ¿cómo podremos medirla? Es más fácil medir la inversión que los resultados. Lo primero puede medirse directamente en pesos. Lo segundo es más complejo ya que si bien hay “productos” claros (artículos, libros, asesoramientos, patentes) hay productos no tan directos como las mejoras en la enseñanza y la colaboración con sectores sociales para resolver problemas.

Como estamos hablando de índices de calidad y de lo importante que resulta conocer cómo se construyen y qué quieren decir, utilizaremos datos de un informe de José Joaquín Brunner, citado por nuestro Rector Arocena en su blog (2.4.13), que utiliza el llamado “Ranking Iberoamericano SIR 2012” para evaluar la actividad investigadora de las Instituciones de Educación Superior en Iberoamérica. Al menos vamos cercando el universo: estamos tratando de comparar instituciones diversas pero todas provenientes de una tradición similar. En dicho informe, hay una institución uruguaya entre las primeras cuatrocientas. En las primeras cien hay 43 de España, 29 de Brasil, 8 de Portugal, 6 de Argentina, 5 de México, 3 de Chile, 3 de Colombia. La Universidad de la República está en el lugar 70. Si sólo se tiene en cuenta a las Instituciones de Educación Superior de Latinoamérica, nuestra Universidad está en el lugar 32.

La idea no es ser autocomplaciente, sino entender que dependiendo de qué ponemos dentro del indicador serán los resultados que obtendremos. Este ranking define la “producción científica” de cada institución, medida por el número de publicaciones en revistas científicas y de esta manera nuestra producción es francamente inferior a la de las Universidades de Barcelona (UB), San Pablo (USP), Nacional Autónoma de México (UNAM), Buenos Aires (UBA) y Chile (UCh).  Sin embargo, si tomamos en cuenta otros indicadores que maneja el mismo estudio, por ejemplo “Colaboración Internacional” (proporción de publicaciones científicas de una institución que han sido elaboradas conjuntamente con instituciones de otros países) la UDELAR está por encima de todas las otras universidades mencionadas. En “Calidad Científica Promedio” (estimada por las citas de los trabajos de la institución en relación a la media mundial), entre todas las universidades mencionadas, la UB se ubica primero y luego, empatadas en el segundo lugar, la UBA y la UDELAR. En el porcentaje de publicaciones en revistas que, para este ranking, se consideran en el 25% de mayor influencia, también se ubica primera la UB, segunda la UBA y tercera la UDELAR. En el “Ratio de Excelencia” (que estima la calidad de la producción científica por el porcentaje de los artículos de una institución que están en el 10% de los trabajos más citados del mundo en sus respectivos campos científicos), también la primera es la UB y la segunda, superando a todas las otras universidades mencionadas, es la UDELAR.[2] ¿Nos sentimos conformes con esto? No. Por eso se han implementado políticas de radicación de grupos de investigación de primer nivel en el interior, como los que se han instalado en Paysandú, para que la creación de conocimiento vaya unida indisolublemente a la formación del estudiante y a la integración de las comunidades.

Entonces hablemos de Extensión. Ella es, como decíamos, junto con el cogobierno, el sello distintivo de Universidad Latinoamericana e implica su vinculación con la sociedad y el medio, no sólo transfiriendo, sino y fundamentalmente escuchando, aprendiendo y reflexionando. Esta función, no es medida en los índices y es justamente la que justifica, en parte, el aporte de toda una sociedad para la formación de su gente. La Extensión Universitaria cumple un rol de formación continua de la propia comunidad universitaria en un sentido dialógico, ya que no es suficiente abrir las puertas de la universidad pública al medio, no alcanza con ofrecer lo que sabemos hacer, ni con hacer lo que nos demandan. El desafío es escuchar, integrar a la Universidad con la sociedad e involucrarse para elaborar una respuesta útil y comprometida, no sólo con el futuro, sino con el presente. Extensión, desde una universidad democrática, autónoma, crítica y creativa, parte del concepto de la democratización del saber y asume la función social de contribuir a la mayor y mejor calidad de vida de la sociedad. La extensión, en síntesis, tiene como destinatarios a la sociedad en general, los sectores carenciados y marginados, las empresas productivas de bienes y servicios, el sector público y ONG´s; y la propia comunidad universitaria. Estas acciones no son cuantificadas en los indicadores internacionales. No podrían serlo porque las universidades de los países desarrollados no realizan extensión, a lo sumo hacen actividades de transferencia de conocimiento.

Me gustaría terminar este escrito con una viñeta y una frase de un investigador español, Santos Guerra, que dice: “Decir que una Universidad es mejor que otra porque ha obtenido mejores calificaciones en pruebas homologadas exteriores, es una afirmación, cuanto menos aventurada”.



[1] Times Higher Education Supplement (THES), Academic Ranking of World Universities (ARWU) y Webometrics Ranking (WM)

 

[2] Datos del Blog del Rector N°259. 2.4.13.

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